Thursday, September 24, 2009

Sentir el engarce de Sandra sobre mi cuerpo, su terca comunión de omoplatos y espalda en la sopa sexuada de su deseo, cuando juntos aprendemos en el silencio la conmoción del bulbo, las ratas que navegan palmeras arriba por la sed de las distancias y un acabar sin penas, un dejarse ir como regadío o firulete de lana en los escombros partidos del cuerpo. Sandra tiene entre las manos una llave llena de flores, un soneto musical ya ardiente, los flecos de una alambrada tan vieja y carcelaria como su honda personalidad que rebuzna bajo la noche inquieta de las palabras atroces como alfajores envueltos en azúcar o miríadas de pájaros que inauguran con su vuelo el amanecer. Y yo en desuso a su lado, peinado a la gomina, con las tijeras del viento tan prontas, desmantelando agonías, que se interpretan como tedios oscuros y amenazadores, tan desgarradores como grises tumbas o sementales muertos en su propia orina, clasificados los rumbos, el pie erecto, la noche difamada , el arco superciliar del verbo en las túnicas rasgadas, mucho, para no decir nada; apenas corcovear cerca del horizonte, tras las murallas, comiendo pizza para conocer la nobleza del sepulturero en el contorno de la cama , luego de dejar las vísceras y la mirada que cae en la alfombra sobre el vacío, la mengua del pastor, otra forma de perderse en el vicio rosa del encuentro cuando sus manos plegadas atizan el chispazo , le herrumbre rancia del agua de aljibe y todo se lleva a los márgenes de una escritura sobre almohadas. Ella propone la cita a pie de página yo propongo los hongos, la mordedura y a través de un destino de caballos que galopan pradera arriba con el olor del centeno me dejo ir tras los masajes, sintiendo en la espalda la brisa interior de los campos perfumados, la rota algarabía de una impotencia cercana al fracaso. Asi llueve sobre mis rutas y en los corazones afiebrados de pasión se desarman los ciclos y las oportunas acechanzas del miedo como si todos tuviéramos razón al mirar la muerte con los ojos cerrados, al ver la belleza de los mares profundos , la superficie eterna de las olas y el olor de la albahaca cuando sus dedos se aprestan a sugerir un plato de pastas, un sol como un huevo inflamado en la sartén, lloviendo en el aceite de la prisa, bajo la lluvia de un día domingo donde todo cae en subversión menos su frente que te delata , su frente que acompaña su mirada como un campo lleno de nieve y hay sueños y estoy parado frente a un espejo y veo solo el murmullo del tiempo que se refleja sobre los bandos del agua.


Mañana de un día de junio. Ser es desplegarse , irrumpir en la ceniza, en la cadencia del agua del arroyo, con sus maderos vencidos o sus tinajas, donde hay caciques y mujeres encinta para castigar con sus óvulos el sol, una manera de atarse a las cosas, de transformarse, ser olmo con florecillas amarillas, ser trébol junto al aroma de su néctar, estar en la apertura del mundo, fuera de la línea, dentro de un reflejo especular que asombra al gigante de los pasos de oro. Ser parte del territorio de la nada , una parte vacía que intuye la vida y la palpita con el corazón blando, con la garganta llena de cantares, como un pájaro. Así la noble cofradía inventa las buenas nuevas de los oportunos latigazos de la palabra para esconderse en los suburbios y leer de los libros prohibidos, mas allá de todas las revoluciones y las luchas campesinas, llevar el sueño de un atasco , de una hendidura para permanecer en la herida abierta del genio con la comida preparada , los ñoquis amasados y las estufas encendidas. Porque estamos en un día de invierno, un día tan dulce como la grosella, con unos cielos candentes, unas nubes hermosas, llenas de fanfarria como mascarones de proa.
El delgado hilo que une esta experiencia con el pasado habla del arte de una bicicletería , una manera de maniobrar la vela de la pequeña embarcación de la vida que a veces se somete a la angustia de los pasos fallidos para dar un brinco y torcer el rumbo hacia ríos espléndidos.


El amor inquieto que busca detrás de los cortinados su placer de origen, golpeando las puertas para salir a las cornisas, para estancarse en un muro, como la hierba, gangrena del agua, túmulo seco de todo suicidio. El amor que palpita en los rubios cabellos de la bengala donde se aturde el desierto con sus notas maquiavélicas , su ostracismo que a nadie aventaja, para ser territorio de la locuacidad y vencer en el páramo a los ejercitos de la nada. La firme voluntad de querer por sobre los abismos de la vida, replegándose en las luchas inciertas, dando la batalla para atemperar el corazón y ablandarlo; hacerlo suave como un paisaje de montañas nevadas, colocarlo en una hornacina junto a las castañas quemadas, al sabor de las nueces su columpio de paladares rebeldes, su sangre achicada en las riñas de gallos , en el muladar vacío de su esperanza que se agrieta y hecha viñas, rosedales , vertientes de uva blanca y silenciosa, uva madura de la tierra sonsacada para el abrazo de los sueños y la multitud de sentimientos agolpados en el silencio, venciendo como una fragata la redondez de la tierra, la marca de los relojes, su retorno al absoluto de noches estrelladas, de universos en llama y caballos desbocados para apaciguar la mente junto a tu mirada y estar en el centro de la circunferencia al menos por un instante, ser la totalidad que te integra en un cuenco de plenitud sin arrogancias, en una palabra tejida a mano entre cien guerras, como son las palabras liberadas , las terciadas palabras del origen en los tubos blandos del amanecer.




Pierdo la ceguera, las tinieblas del amor, el encuentro súbito con la sombra, una manera de andar tentando el sol, la circunferencia dionisiaca, los nombres y pliegues de una cosmovisión para entrar en el agua de los parques y subvertir al cisne y emplumarse de blanco en un beso para ser maniatado, corrompido por el jabón de la mente a todas las desdichas y los puentes de un abrazo y un llanto como un grito que atraviesa las paredes, los dibujos del ayer, dibujos preñados de leche tóxica, de quesos deliciosos y suaves para untar en los fogones donde se asa el cordero, se lo llena de betunes , se lo almuerza en digestivas siestas soleadas para mejor entender la música del acordeón y la respiración pacífica y dejar de lado toda violencia y sellar el mundo con las diásporas del muro, los falsos entendimientos de la flor apagando los secuestros, las noticias vencidas , la radio con sus progroms y toda una comarca, una comunidad que vierte el género de sus banderas en las ollas populares, al humo de las lentejas para hacerse acabar en las clases por una situación indigna de locura premeditada, donde suena la traición y la gomina , el espacio exquisito de otras mesas selladas en el lujo de la diferencia, devorando inquietudes de piedras preciosas contra zapatos rotos, que no puedo. Y el delirio del mal comer y las malas palabras puestas en sus justos lugares, la razón de ser de una amenaza y mucho desprecio hirviendo en las miradas y el hambre colgando junto a los cuadros , las luces de una agonía de ravioles secos en la contemplación efímera del vino y todo y nada para estar mudo o vencido en un manicomio que inventaron los dioses sobre la ciudad donde se levantan los caireles y las lámparas para los suplicios y navegar y hacerse onda y perderse en el sabor de un tallarín.



Bajo la ducha presiento un mundo de aves marinas, de rocas y andamios, de pinturas blancas y de rostros oscuros como la niebla. Me dejo llevar por la sensación del agua y la piel amarga se vuelve tersa y hay un eco de voces y un suspiro aquietado que da junto a la marea su estallido, su oportunidad de salir por el agujero de la novia donde se clava el recodo siniestro como una mandíbula o el torso nocturno del aire, las escolopendras del vacío. Y sigo bañándome en un mar de jabones, en una estampida de sueños que brotan como el estiércol para apantallar el rumbo de mi decir en una inquieta prosa que se desviste con la melodía sinuosa, con la querencia agotada de un trasluz por la ventana desnuda de mi cuerpo, el vértice de mi mirada , andando en otros caballos flacos va el sexo atribulado y mal dormido jugando a los ratones de la especie , matando canguros al alba con pistoletes de goma para viajar por otro mundos la nevada incierta del horizonte, el dulzor de una camisa agotada , la ranura en que se queja la dulce pena de la quena y todas tus cosas atadas con alambre al recuerdo vencido, como si fueran viejas fotografías, una cometa de risas estridentes, como una enfermedad que te ataca el estómago te envuelve el ridículo, la burla ajena por un momento de gracia usando taparrabos.


Un golpe de silencio en la soledad estrellada, cuando el obturador de la máquina se cierra y los espejos reflejan la mirada que hay en todas las cosas y una voz y un látigo para ser palabra en el cuerpo, para ser abdomen oscuro, vertiente del sol en el plexo cuando la dicha esta presente en el pesebre anarquista, que despide ángeles y estornudos , como vacas de madera y árboles navideños en tiempos de andar con los pies descalzos sobre la tarima y porque no el gusto de la hierba y la luna iluminando el recodo donde se viste la gasa de seda , la vela imprime su lluvia de llamas abiertas , su sonido cadencioso y todo es clamor de voces y gritos emocionales junto a las bandurrias del sentimiento, ahora que viene la inspección , en este discurso intercalado de sentidos , pelando la naranja del automatismo surge el riñón virgen de una silaba profunda como las venas y es América latina y es tierra que se deja balancear y poseer por los genitales de dios en la pobreza de sus yuyos, en el rastrillo inconmensurable de sus campesinos y sus remolachas para cazar golondrinos, saber del perfume seco de los yeguarizos, el ritmo acanalado de una mala andadura para inventar el oficio, reinventando el sentido, tratándose de un sentimiento, dejar que aflore libremente la letra, el conjunto de frases imaginarias, con su sintaxis perforada , su delirio pluscuamperfecto en los andariveles de la cita, gatillando los predicados de toda gramática que entorpece y se entromete delicadamente con los pies en el agua de la piscina sobre la sangre oscura derramada.


La palabra violenta ante el desamparo o la incertidumbre de la voz plural, la queja vacía que se articula como un relámpago, la gratitud que se avecina entre sombrías esperanzas y el abandono, la falta de trabajo como reprimenda, el no saber hacer, el estar aparte como quien se desprende del desprecio para atesorar un mundo. Y la inquietud de perecer en la sombra. Descansar en los abismos como si se tratara de una planicie ir detrás de los caminos más hondos en la áspera psiquiatría de los claustros y los enojos . Sublimar la esperanza, ver el mundo trastornado del pie de los iguales a los cementerios, el territorio gentil de las semblanzas. Y la hora oportuna. Y encallar en los silencios. Continuar la vida en el regocijo de una belleza que se intuye en las cuerdas de una guitarra para amansar los cielos profundos , para domesticar el alba en la cubetera amorfa del congelador, donde perdiste el nombre y el apellido y fuiste parte de otra música , de otra rutina o archipiélago. La serenidad se transmuta en un clarear de los orígenes donde reina la muerte, la agonía de los pechos y los úteros que sangran y el juego de llaves de la embestida que no funciona y las tratativas para ser perfecto y quedarse en el camino como una sinuosidad que atraviesa el murmullo . Si la mente fuera un atascadero. Si en todos los castillos resonara tu nombre de hierba para usufructuar la plenitud de la luna en un sentimiento ambivalente que devora el hielo del esperma , la luz de los cuerpos amatorios , la redundancia de todos los quehaceres por un supuesto latifundio de nombres y proezas donde se encaja el maíz y la cerbatana , el yegüarizo mestizo y la noche contemplada desde lejos con sus abismadas estrellas, como un secreto, como una voz que sondea la tierra desde sus anchuras. Y será ley y escritura y por dentro de la palabra se sacudirá de los silencios , quedará estampado como en una foto en esta vida que lo repliega y los deja inerte en la cama perforando los bulbos, los geranios que crecen alrededor de su almohada , su jardín de cuestiones exactas para no pensar, simplemente para dirigir y llevarse el tiempo a otros dominios de santa rita a tu rostro virgen la honda cadencia de una belleza que se lleva como un absurdo, que no se quiere mostrar, que casí se percibe como una imperfección o una ofensa.


Estoy harto de tanto límite impuesto por la ideología. Quiero abrirme al mundo, contemplar como cae la tarde, como caen los pájaros, como viene la guerra y sus definiciones y la canción de invierno y sus decapitaciones. Estoy harto de ver el gris de los muros del despido, harto de ver la misma sempiterna naranja volcándose de lado en el marxismo de las cosas indescifrables, la clase que me altera y el producto de mis temores o sospechas para aguantar el caudal de una miseria.
Estoy harto de este jugo de embarazos tardíos que aparecen como emergencia en el corte de unas tijeras, me duele la voz del aborto, el dinero del mundo en la garganta del niño, por decir algo estruendoso, escandaloso y mirar hacia otro lado y ver la misma naranja caer con boca de melocotón sin dormir a la hora que pasan las grullas vencidas por la calle de los libreros, una madrugada antojadiza para despertar en el libro rojo y volcarse de lado entendiendo los adjetivos de la tierra. Y dejar caer y ser caída en un latido sincero y no poder quedar bien con nadie salvo con uno, para traicionarse en el momento subsiguiente, siendo que el devenir es una alforja voluminosa que se lleva, atorada siempre, entre paréntesis , al mundo de los desiertos.


Roja revolución, los obreros dejan sus huellas de sangre en las paredes y la voz del invierno se continúa en los pasillos, mas alla de la pobreza, en una esquiva confluencia de palmeras.
Revolución que lleva a las heridas de agosto , los últimos vestigios de la primavera quitando el tiempo de las vértebras y las bolsas escanciadas y los golondrinos a altas temperaturas.
En tu desordenada imaginería me columpio como un niño frágil que lleva tras de sí la casa natal, la valija con los enseres y los libros, la creencia en una clase, en una manera de atar los mundos, mas escabiados los orígenes de serpentina, la gloria de no tener que arrepentirse, sin hacer daño, la confiscación de los bienes y una lógica que muestra al mundo en sus enfrentamientos, en su oscura ignorancia por un pedazo de pan , por una diferencia toda una vida y consentir el rumbo y apagarse en la fe y dejar que el tiempo decida sobre las huestes pobladas del ocaso rojo.


La cavidad sonora de la rosa, miembro ágil de los espejos en la aventura desdichada del odio, cuando no se puede y se atasca como un barómetro o una risa de porcelana, el jadeo tenue de los sexos, la algarabía corta de los colectivos y el humo y el estupor que franquea a cada transeúnte por ese pasadizo de la contradicción a la hora de la queja y los estatutos para donar cadáveres y salir por la puerta de emergencia fogueado por los incendios voraces, el templo inútil de tu risa menoscabada, ordinaria como la tos para reciclar el verano a la intemperie, avasallando pareceres como si se tratara de un exámen de conciencia o una blasfemia loca, desguasada en abril de todas las oportunidades exquisitas , la estructura diáfana de los quesos musicales, el olor de las alpargatas en el inútil calor de septiembre; que me decía del horizonte, de la confrontación y el despliegue titubeante de discursos , de la ola conspicua que alcanza la vastedad de los saberes en una horda imaginaria, en un redoble de tambores o mamboretaes. Que de la guerra y el cancionero español, la adarga y el escudo de familia para entre llevar los telares al prójimo y perder en la ganancia, en la vorágine del sol a la hora de las tucuras y los episodios televisivos según cuentan los novelistas para pasar del ridículo a las cosas serias del abdomen y las piernas flacas y el tabaco, la saciedad de un salto en el aire, de una nota de trompetas, el arte para todos sin fagocitarlo devorándolo en una dulce masticación de hembra, verter el polvo de tu sonrisa en otros labios, como si estuvieras gastada en otro sexo conmemorando los colores y el sentido inerte del azul y la mirada exquisita en los contrastes y las armonías tan dulces y plenas como hay casillas aventuradas en las formas del caos , como hay enojos y simpatías ocultas cuando abrazo tu dentadura detrás de los espejos, medio sonámbula, medio inquieta, el dolor de la palabra, la marca inteligente de la escritura que se bifurca que no halla el formato, que explota dentro de los cuerpos subvertidos por una raíz común de aparcerías y tantas coimas y tanto vagabundeo para exprimir el cielo y preguntarse donde y saber que se está a cada lado de tu persona jugando al vientre que delira y se desploma, el vientre seco y lleno, el temible vientre de ballena, con las agujas de coser y los dedales , con las costuras y las vencidas formas de atajar el esperma con las manos, como se pueda para hurgar en el cielo de los cometas una bondad consecuente que nada sabe de socializarse en los caminos , a la vera del garrote vil y las copas y la oportunidad de la celebración y el sexo, por un rechazo de la semejanza , un atisbo de odio , la otra cara de un entenado , la sinceridad del recodo y los nombres consabidos de toda proeza literaria.


La soledad del obturador. Que claustro para una tormenta.
Que devenir de intemperies, la matanza y la contigüidad de los parques y las aceitunas, con la capa de la locura que sobrevuela los tejados en una bicicleta nocturna y desamparada bajo los álamos campestres la miel dulce y blanca de las lechiguanas, los paredones, las encíclicas papales como si se tratara de una vecindad con el dólar o las maletas vacías. Y aspirar el tiempo. Y regodearse con el ritmo de las olas. Y sentir que la palabra se bifurca como se bifurcan los puentes o tu nombre, viéndote detrás de la ventanilla. Como un prócer. La partición lunática de un pedo , sin inventar aforismos el absurdo total en la invención de una carta que se estrecha como los dados y el cubilete, la razón de estar con la lombriz solitaria o el ahumador y el aroma del néctar y la espuma de la leche cuando sale de la ubre de la vaca sobre el balde de aluminio, las mañanas frías con gusto a queso, saber nadar en medio de la oscuridad, reencontrar el templo, dar vuelta la manivela y encender el motor y echarse a andar con la fonola y los discos agitados por guitarras y violines, por cantos de yacantos y especies en extinción , la bruma que pesa sobre las ideas como una confluencia de sueños y rapsodias en la juntura dionisiaca del verbo, no quites el sexo, no me hagas reir con tu sutil balanceo, a la hora de un hijo , de una noche que espero, la incertidumbre sobre los brazos del dinero y la muerte que contemplo desde cerca con los latiguillos de la mirada, para mejor seleccionar las palabras en tu cumpleaños.


Y si traían al niño , la canasta precaria de su deseo no podría sostenerlo, ante los brazos inquietos y vacíos del padre que, en conjunto, se llevaba los abortos de otras tempestades al miedo de la sangre y de la muerte desvalida.
Ese lugar respira la comba de tu superficie como un molino de embarazos partidos, quejas de otros ayunos como abecedarios ciegos y esculpidos en la memoria de la escritura y el inconsciente, para llevar en el miembro un psicoanálisis perfumado que sale a flote con sus reveses donde hay aire y se respira la palabra y se amortaja el deseo con toallones de mimbre.
Nada mejor que verse en los espejos de la idea para matar la contemplación invernal de la locura, en tiempos de materialismo, usufructo de las llanuras y el agua.
Los rosedales abarcan el espacio contiguo , el olor de la hierba recién cortada , la sensibilidad de unas manos ajadas por el mosaico cortado de los surcos, el espacio de las manos y sus grietas históricas y todas sus verdades tan simples como los cántaros , como los libros del tiempo, como el sabor de la leche.


Un guante para la semejanza. Una mano para morir temprano en la alcoba de la estancia. Un estanque con agua color de hierba, la rosada sangría del ocaso y las toallas en tu firma con la cadencia gris de tu personalidad. Si juntamos todo esto para hacer un buen queso y agregamos mermeladas y otros dulces.
Si aguantamos las várices inquietas y reventamos lo sobrio y lo desplazamos y lo herimos y al mismo tiempo, lo dejamos a un lado. Para encontrar un respiro en las cerraduras abiertas por tus venas. Si todo esto es posible y no se trata de un sueño. Si hay cadáveres detrás de las pancartas y mucho lujo y vejez y una nada tan cosmopolita como los discos que suenan en el fondo de la voz de un tal gardel , si en la danza de un oprimido se levanta una seda de luz candente y hay otros que no son agujero, la maravilla de estar despierto y colmado por la vida en un instante, agradeciendo la salud en un destello libertario de gracia y bonhomía, las revoluciones del deseo, la inquietud del prójimo como andadura, como camino para atesorar la vitalidad perdida. Una manera de arrancarse a las mareas , de irse tan lejos como fuera posible para un fracaso seguro en el campo de la domesticación por las letras , en el augurio de un porvenir solitario juntando huesos caídos al azar por un polvo, una equivocación tardía que arroja a las nieves los escapularios , los horizontes. Y mejor pensar en el éxito que tanto ha costado. En la mejor de las batallas . En la subversión y aniquilación de la locura. La crisis del mundo que desgarra la conciencia. La soledad de saber y estar marcado. La raíz de tu fuelle, tu triste tango , la ciudad que vomita desesperación en las alturas y tus labios cantores, labios de témpera para pintar sobre cartones la maldad de todas tus adivinanzas, como si se tratara de una canción , música sin alas para contemplar la ocurrencia que surge en la bañera con el agua tibia y el jabón , en tus grupos , la rosácea de tu sangre y de tu futuro para congregar el esperma limpio de horizontes verticales.


Y si repudio la sombra del útero, la luna amparada en tu gineceo, los tallos del saber en platos de loza para la pereza del odio desgastado, en un haber de explicaciones fortuitas , en una mezcla de barrios y calles estampadas como tu cuerpo o tu hendidura en el nervio, amianto colosal de la suerte , a trasluz de la desdicha en sombras de parques y hondonadas en las piernas de tus estambres, en las alturas de tu corola vacía como los genitales, en el frío congelado de la huella y servir para el territorio del fracaso , la mordedura nocturna del almíbar, la locura ciega y desatada en fuegos de artificio.
No me expliques mas. Déjame ir por un costal . A la orilla de un río sesgado la pecera de barro y los peces de colores en la sombra de tu sexo , de tu sueño como acolchado, sin gemir, en el placer silencioso de las algas, vomitando la superficie del dolor en una pequeñísima queja anodina, tan fugitiva como procaz , la ranura por donde el circulo se asoma a la intemperie y grita libertad porque es un ejido de símbolos y llaves secretas el idioma obturado por un secuestro y el dinero de las noches acontecidas e inquietas cuando surge en la radio tu voz y la quietud estelar de los silencios y una palabra milagrosa que acompaña en la soledad el papel de estraza y la birome para los guantes de cabritilla de toda la admirada locución. Yo escribo y tiento la hora de mi sentimiento, mis imágenes sobre valoradas , mis contubernios con la lengua en el patio trasero de la gramática , yo escribo. Y escribo para hamacarme , para regodearme en el tobogán de la palabra , para subir al trapecio de la frase y quitarme la ropa y balancearme. Escribo para dejar sentado el emplazamiento de los parques contiguos, el olor de tu nombre, el olor de la hierba y cada cadáver exquisito una manera de echar aceite en la verdura, una manera de leer en los libros intempestivos del cuerpo para evitar el aborto, la sangre que se escurre en otros brazos y darle un sentido al vivir en la no merecida batalla del encuentro.

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De color turquesa la verdad. De venas latinas, antropófagas.
Con abismos oscuros , deletreando corazones de mujeres, subiendo ascensores, en la plena mancha de tinta en el secante para volver a dibujar con tus manos la humedad en la pared, el llanto que se escucha en los pasillos , una mañana de ternura fugaz para amontonar los ladrillos y levantar las paredes del rancho, el agua hirviendo y las nueces, los quesos y jamones colgando, sin hablar de las serpientes o las arañas y los niños en pelota con las bocas sucias y la relamida del perro, los cojinetes vacíos del motor, la palanca de cambios de tu sexo pelando cebollas con la mañana como un pimiento en las entrañas, una cabalgata de hormigas horadando el pan en un plato de aluminio y llevar los pantalones a coser, la bragueta rota de tanto importunar en los lavabos , de tanto andar meando a zancadillas por el suelo para las especias, el clavo de olor , la nuez moscada , el azafrán mezclado con arroz y vino tinto y la rosa portulaca en las macetas de tu rostro sonriente, casi sin dientes de tanta pobreza, tu piel de maíz , el vellón de oveja que te crece por la espalda hasta tus piernas, para que afloren las campanas, las cartas de truco, el rey de bastos y el sabor de la grosella cuando te escondes bajo las sabanas en el piripí de tu deseo, haciendo cosas de mojigata , franqueando con pequeños sobornos la ruta del placer, esa noche que te aguantas, entre las latas y las ratas los desusados pijamas del invierno, las estufas de carbón y lanolina surcadas de arena y palo para inventar otros fuegos colosales, la tibia leche de tus senos, canción dulce de la milpa , del abejorro envuelto en cáscaras de melaza, como son los tugurios finos de la hembra en el polen acuático y marino.