Saturday, May 19, 2012

Para comenzar hay que demarcar un círculo sobre la sombra siniestra y dejarse estar mientras acontece en los labios el rubor del miedo sobre la calavera. Los párpados inquietos dejan la mirada sobre el vértice y en cientos de mágicas acechanzas se ven partir las palomas blancas desde los mármoles fríos, en los cementerios de mi infancia. Cómo subir esos escalones del tiempo sin prestar atención a la mordedura blanda de las ciudades, a los campos abiertos en sus venas, desplegados en sus sienes, como cuerpos divinos, atorados; que se sacuden al alba sobre la realidad del surco y es un gimoteo de gaviotas y una tierra desenterrada, es como el olvido detrás de los trigales en el centro de la sonrisa donde se atasca el miedo junto al aburrimiento. Yo puedo decirte tantas cosas. Vos podes escuchar tantas ocurrencias que saben a nido que saben a empolladura. Escribo para imaginar estos ataúdes. Me siento cómplice con la muerte. Su palidez no me desconcierta, al contrario, de su realidad tomo nuevas energías. Hay heridas secas en mi cuerpo. Mi cuerpo de agua, mi cuerpo de peces rojos. En la noche abunda el misterio de las soledades. Dentro de los cajones las voces ocultas y derramadas como el vinagre. Hay dos huevos fritos en el plato, hay sal y manos que alcanzan con sus cubiertos el juego del absurdo. En sus raíces estas embarazada con un bebé mordaza, un bebé que nace del llanto; de la probeta de bebé, alcanzado en su probeta y dinamitado como especie en una cama y un colchón lleno de corazas. Y todo esta tan mullido en un después y es tanto mas generosa la vida como este misterio, estos nervios opresivos que se transforman en calma y es que estoy aquí y sostengo con mis manos el biberón de todas las noches imposibles.

Friday, May 18, 2012

La niebla rasga los objetos con su corazón de ceniza y hay en los tormentos un dolor, una agonía de zapatos viejos, una penumbra de inquietudes y tristezas como tantas banalidades o palabras confusas, multicolores, dichas para exasperar a la especie de los caracoles y su nacarada realidad marina sobre la ola que atestigua de otras verdades, la tumba forjada sobre sus cabellos, el reloj de arena de todos sus inventos y sueños. No hay cosmovisiones circulares; solo hay un embarazo inútil que se palpa entre las ingles con la persistencia dura de un naranjo, la belleza caduca de una flor y la espera tortuosa de una sonrisa que nunca llega a tiempo, como si la niebla rasgara una hoja de papel socavada con el sexo; mirando al centro de otras pinturas reales; manchones negros y rojos sobre arboledas consumidas; esqueletos que hacen daño sobre el mármol frío y sin vestigios, los bordes de porcelana que se atascan sobre la tetera de la infancia con tantas canciones sublimadas. Y todo estalla y estamos en una madrugada delirante, con el corazón puesto en el movimiento imaginario, donde la pereza va abriendo dulces fantasías y redobles de gargantas estrechas y caricias como paseos lejanos o metáforas que te circundan en las llamas abiertas del dolor, cuando te apagas libremente como una lámpara de cristal, para nombrar tu falta de luz y desasosiego, planta la ola una maravillosa realidad de ensueño con transeúntes como siluetas o personajes de cartón piedra para armar el abalorio de los papeles y los cantos; llaga de los murmullos, pretensión de una tierra sin formato que se visita con los pies descalzos.

Thursday, May 17, 2012

Y esta tarde que se desliza como un pez en el agua, que se abre como una rosa callada y pálida, con la fuerza de un señorío o siempre rompiendo los rituales de origen, la guerra de los pimientos, los mil y un enseres para caminar bajo el sol de verano, el dulce canibalismo de las palabras entretejidas; las palabras de arroz que se quedan como heridas en la superficie del lago donde va a posarse un mosquito de significados comunes como platos de porcelana o lentejuelas de maravillosas costumbres árabes en las mazmorras insufladas de las palabras inventadas como coños de ternuras indirectas y los repliegues de la apariencia siempre torcida de tu mutismo y tu raíz que emerge de las aguas celestes y lunares, donde hay sexo para contar cuentos de piernas desplegadas como alfombras o pechos musicales como estandartes o penachos rojos de territorios amigos, de dulcineas confrontadas con la realidad que titubea; la realidad más prolija y húmeda como los quesos que se estacionan patas para arriba, así les entra el aire y los cuece por dentro en sus durezas, así son las mordeduras del santo que prueba el escalope de la mirada vecina con el sabor del riesgo recién tomado en consideración siendo que las hazañas ya han comenzado a dar sus resultados en el cuarto de los trastos viejos, entre las camas desarmadas y los sillones donde abunda el calor y el aire respirable de tus comisuras y tus antojos hace a la belleza congregada de todos los mugidos celestiales y femeninos. Somos inexistentes a la hora del acto. Como mudos conciudadanos que nos replegamos ante el incesto o el horror de la virgen vislumbrada. No me hace gracia la variedad de nietos que pueden nacer de toda esta tortilla diminuta. Mis órganos se deleitan con la pleura de un dramático sueño de esponjas. Y en las inmediaciones de un territorio vacío despliego mi posibilidad hasta hartarme; mis venas van corrigiendo los errores cometidos por una razón que se da al hastío como a las corazonadas mas tristes. Dentro de la penumbra gris hay un labio gigantesco que ocupa los márgenes del sol. Adoro los movimientos de orbe de semejante órgano y me desnudo y camino por la habitación resentido y atribulado por los atemperados y diminutos fulgores que despide. Me siento a pensar en mi país y solo descubro un desgarrón inquieto, como una mordedura incendiaria que no le otorga a mis versos ningún significado. Entonces la realidad viviente opera por el lado de mis fantasías interiores, en mis invenciones y descubrimientos. Allí la voz que se agita señala el rumbo de los parques y los lagos; los caminos alternativos de la poesía donde quedan atrapados los mundos y las canciones. Cuando los cometas limpien la voz que articula el universo en un jirón de nardos y las manos congregadas respiren afines a los templos y a los cortinados, se hará la verdadera confluencia entre la realidad y la belleza secreta de tus calles y tus leprosarios
Déjate llevar. El corazón templa cada momento de tristeza. Dividimos los pasos en series. Aguantamos la tarde recuperando el aliento, rellenando con palabras vacías las voces acopladas del miedo, en un rincón donde se alza la melancolía como una bruta intemperie de pájaros hambrientos. De mas está decir que te llevo a un lado del cuerpo, como un jinete que deja escapar la osamenta del vértigo, en el azar de las cosas dichas, la oportunidad de reconocerse en un sueño; como si golpearan los caballos con sus cascos el sonido de la muerte que se acerca, la última piedad, quitando el mundo a tirabuzón como quien barre la pintura contemporánea y ensambla un juego de significados aparentes, escritos en el cuerpo con una pluma llena de sangre. Tras las persianas amanece y la luz deja que el mundo se vaya replegando sobre los dedos mientras escribo, en este silencio de palomas heridas. Es como si las tinieblas acecharan la voz inquieta de los cañaverales para dibujar el mapa del artista que se reconoce en cada sílaba. Mejor poner un dedo en la sutil componenda luminosa del día que se acerca y gritar con una voz simple el arrullo de otras mañanas, arrullo protegido por los abrazos y los besos de una compañía viva como el brillo de un diamante o la inflorescencia tardía de un malvón. Esto que se parece al hambre, esta soledad, esta inquietud, esta zozobra y relampagueo deja los platillos vacíos, hiela todo momento de inspiración, se lleva lo que queda, el resto de las mañanas atoradas en el retrete. Es cuestión de ritmo, de falta de melodía en la vida, cuando algo se quiebra y hay un perfume amarillo que sabe a lejía, un adorno de los olores de la mierda como vencido o atrapado en un cubil lleno de serpentinas. Mientras otros se divierten de falsas diversiones yo me acomodo y busco en el confort la ciega muralla de la palabra escrita que me lleva hacia el cuerpo derramado. ES hora de terminar. El imaginario sobrevuela la nada con sus arenas y sus pájaros. El arma robusta de la escritura señala cada silencio para quedarse con la bandera elegida al azar. Una maraña de pezones rojos , un pecho de verbena se queda boquiabierto en el mismo templo de los santos desnudos donde hablo de una eternidad sin consuelo que sería fruto del karma mas noble, algo así como la presencia socavada del espíritu en el cosmos y sería la nada , el misterio del tiempo y del espacio.