Thursday, September 10, 2015

De los cuentos infantiles, de las lecciones perezosas, de los sueños que nunca se terminan, color de la niebla y el acero, escudo en el medio del temblor, espada que se derrite al fuego, en el trabajo de la zafra, donde hay mil preguntas de miseria, sobre la espalda de la mujer que junta caña y se entrevera, las manos callosas del desierto, los ojos como arena, la mirada de ceniza en el vasto cielo de los colores azulados; limpios colores de ámbar, secreto gris pardo de los nubarrones, verdes como albúmina, como gotas acartonadas o restos de fideos con salsa de tomate; para la parrilla de los negros carbones que chispean como ojos en la retina de tu encorvado cuerpo, en todos los falsos horizontes que saben a penuria y a llanto por la glosa que miente su infortunio, entre mis palabras que apenas pueden dibujar el circulo de la pobreza, ahora que el tiempo va sacudiendo la dentadura de los aires de cenicienta y mil zapallos, como carrozas, para domesticarse junto a la escoba, blancanieves encerrada en la cocina con la ilusión de un baile, juntando los restos de comida, con la ilusión de un príncipe, un viento favorable para dejar de dormir eternamente en la tristeza, un traje de princesa y un zapato, las ganas de estar del otro lado del mundo tomando sol, en el agujero donde hierve la bragueta del rey por millones, por corazones perdidos en la noche junto al camino del vino, cuando el mundo es pura sombra de heridas de infancia y viejas cartas familiares, que se leen en los rincones del llanto con el recuerdo de otros paisajes, de otras montañas y cuevas dibujadas y mareas asesinas, con naufragios inexplicables, con el terror del tiempo que atraviesa galopando la memoria de una pampa con alcauciles, con dedos de paja, con murmullos de cigarras y grandes arboledas y tazas de café y mucha espuma y migas de pan en el mantel cuando comen los abuelos y los nietos y ya no hay pájaros, solo mujeres encinta, esperando la navidad, en esas cartas de papel amarillo; cartas que saben a yerba mate y que despejan la acidez estomacal de la pena en una nueva situación de luna llena.

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