Thursday, May 17, 2012

Déjate llevar. El corazón templa cada momento de tristeza. Dividimos los pasos en series. Aguantamos la tarde recuperando el aliento, rellenando con palabras vacías las voces acopladas del miedo, en un rincón donde se alza la melancolía como una bruta intemperie de pájaros hambrientos. De mas está decir que te llevo a un lado del cuerpo, como un jinete que deja escapar la osamenta del vértigo, en el azar de las cosas dichas, la oportunidad de reconocerse en un sueño; como si golpearan los caballos con sus cascos el sonido de la muerte que se acerca, la última piedad, quitando el mundo a tirabuzón como quien barre la pintura contemporánea y ensambla un juego de significados aparentes, escritos en el cuerpo con una pluma llena de sangre. Tras las persianas amanece y la luz deja que el mundo se vaya replegando sobre los dedos mientras escribo, en este silencio de palomas heridas. Es como si las tinieblas acecharan la voz inquieta de los cañaverales para dibujar el mapa del artista que se reconoce en cada sílaba. Mejor poner un dedo en la sutil componenda luminosa del día que se acerca y gritar con una voz simple el arrullo de otras mañanas, arrullo protegido por los abrazos y los besos de una compañía viva como el brillo de un diamante o la inflorescencia tardía de un malvón. Esto que se parece al hambre, esta soledad, esta inquietud, esta zozobra y relampagueo deja los platillos vacíos, hiela todo momento de inspiración, se lleva lo que queda, el resto de las mañanas atoradas en el retrete. Es cuestión de ritmo, de falta de melodía en la vida, cuando algo se quiebra y hay un perfume amarillo que sabe a lejía, un adorno de los olores de la mierda como vencido o atrapado en un cubil lleno de serpentinas. Mientras otros se divierten de falsas diversiones yo me acomodo y busco en el confort la ciega muralla de la palabra escrita que me lleva hacia el cuerpo derramado. ES hora de terminar. El imaginario sobrevuela la nada con sus arenas y sus pájaros. El arma robusta de la escritura señala cada silencio para quedarse con la bandera elegida al azar. Una maraña de pezones rojos , un pecho de verbena se queda boquiabierto en el mismo templo de los santos desnudos donde hablo de una eternidad sin consuelo que sería fruto del karma mas noble, algo así como la presencia socavada del espíritu en el cosmos y sería la nada , el misterio del tiempo y del espacio.

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