Friday, February 16, 2018

Buenos aires en mi pulmón, en mis piernas, en todas mis noches emplumadas. Mi ciudad como una enredadera, siempre queriendo en los corazones la tristeza, la melancolía, pero también en un surgir desde el sol, desde sus cielos, los parques como manos, las avenidas, el movimiento incesante de un pueblo como una entelequia, como la razón de ser de todas sus aspiraciones, de sus dichas, habidas en las palabras sueltas de sus ventanales, de sus contrastes, de sus matices. Formas que se abren como amapolas, como la visión desde el colectivo, la ciudad que se va pariendo a si misma en su sala gigantesca; la ciudad que sangra y se abre de piernas para dejarlo todo como si fuera un niño o un pan. Todo lo que me dice la ciudad de su gente, de los secretos dolores de cada uno, de la maravillosa esperanza, todo lo que nombra en su nombre, en su mirada, por la razón de un beso o de una cuchillada, Buenos aires, en los cementerios, en la sonrisa de mi madre, que todavía anda por ahí, en noches de vela, en mis manos mientras escribo, en todas mis intenciones, en la potencia de mis delirios en sus delirios, magnifico corazón de la luz, de la siembra poderosa, del árbol que nos abraza con la mordedura de una rama.

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