Sobre la rama del silencio sangran sus hojas Hay arboles que crecen y crecen Como esta soledad Constelación de raíces y hojas Esta noche que lo devora todo Lo que no tiene palabra y sin embargo golpea Semilla de agua purpura sangra sobre la mascara Cielo profundo y misterioso Música de alameda en esta soledad de mimbre El árbol lleno de nobleza Canto de savia por mis venas. Parir el poema como una canción de cuna La tristeza esta en todos los muros menos mi nombre La lengua de la tierra herida Noche que se dibuja en tus labios Entre tus piernas una alcancía para echar monedas Me duelen los arboles que siento en mi interior Rasguño el olmo florecido A estas horas florecen los chopos en mis intestinos El idioma que tienen para instalarse en mi garganta Mis sueños son hojas de otoño Y este sol de medianoche y esta forma de andar Caminando en la tierra Perdiéndome en los trenes en las ciudades En los idiomas. Solo los árboles cantaran de corazón mi poema Cuando ya no esté.

Resucitados en esta tierra de cunas y nacimientos , en este resurgir desde las cenizas, desde el dolor más profundo, una mañana de pájaros y cielos azules; tan solo amor por la vida, por los momentos sagrados de silencio, por volver a pisar un momento de gracia, un momento que se abre a la noche del barrio y desde el barrio todo Buenos aires y su gente. Resucitados de los hospitales, de las depresiones, del desamor y el desprecio, del odio y de la envidia construir una ínsula donde se pueda querer al prójimo, saltar al vacío de la meditación, escribir en las arenas imposibles, navegar las grandes aguas, como si todo ocurriera entre bambalinas refugiarse en uno mismo como si fueras un libro, una amplia literatura de noche de bares por la calle corrientes, como si fueras perdiendo tus miserias mientras caminas, la amplitud con la que se te presentan todos los recorridos, los parques, las veredas; todo es resurrección a un mundo con vestidos de encaje a un mundo trabajador.