Saturday, February 18, 2023

Las palabras me abrieron el mundo, los silencios me sepultaron. Hubo un tiempo en que no sabia hablar, solo me fui enredando en la lectura de los grandes de la literatura. Entre las palabras que leia se mezclaban las mujeres que soñaba; siempre pensaba entre renglones a alguna mujer. La sombra de mi mujer deseada era mi propia sombra; en el camino de la vida andaba como un quijote, una mancha en la pared mi madre muerta. Un fantasma que prometia quedarse. A este orden sin palabras le llaman bipolar; un estado huerfano donde todos los relojes atrasan, la sombra que atrasa, las buenas intenciones, los monstruos que tardan tanto en curarse, todo ese autismo, toda esa muerte en el alma, como en las mejores novelas, vivir en una eterna tentacion de pecado, cuando nos hablaban del pecado de la carne, del roce al goce de los placeres, siempre en el paraiso que nos inventaban, la noche de las brujas, los licores en la alacena y esa mezcla de agua sucia y detergente en las manos y los peces de colores y las pesadillas.
La locura tenia que ser una forma de resonancia, donde el eco devuelve la imagen de la mujer secreta, la mujer oculta, la musa inspiradora. Hay una manera de quemarse en los fragmentos de la locura, cuando se interpreta lo que pensamos que piensa el psiquiatra; cuando este nos devuelve los pedazos rotos de un juego. Por fin, la unidad reencontrada en forma de murmullo de hadas, el susurro de las palabras, cuando entramos en la sonoridad del sueño. Cuando descubrimos las calles, la belleza que hay en la arquitectura, el gran sueño reparador en el niño que somos.