Thursday, November 09, 2017

Pero detrás de su niñez donde había quedado el pecho, la mama en la tierra donante, en los jazmines del duelo, un lugar para dejar crecer el temor de la historia, a que te la contaran y que no pudieras entenderla, por llamarla siempre, a pesar de que la sentias muerta, pero había una manera de insistir, de pedir perdón, de someterse y domesticarse porque a lo mejor bailaba mejor o se quedaba mirando el techo, hecho un nudo en su tentativa de rescatarse, de envolverse en los terrones de azúcar, en la cal de las paredes, también muriendo el en el baile despojado de toda la psiquiatría, de las ordenes para rehacerse, cuando el se encontraba en ella, maniatado en una cama, con una cuchara sopera y un amanecer para dar a parir porque el también se sentía pariendo y a ella la habían escondido, detrás de los tejados, mientras sonaban las campanas y la envolvían muerta con toallas y el tambien se aburria bailando, porque se paria a si mismo bailando y se dejaba llevar y a veces era como un caballo mañoso por toda la domesticación de toda la psiquiatría en mama, con los electrodos, encerrada en su celda, alla en el cine de sus películas adolescentes, por siempre la locura como un idioma para bailar con la locura, para hacerla volar por los aires, en las hamacas como el pibe que se atraviesa en su llanto de no querer hacer lo que le dicen, si total para que, total esta danza para maniatarme mas o para liberarme, no lo se, simplemente la dejo ser y alguna parte de mi que se aburre, que se subleva por desatarse, por rezongar nomas, hasta que pudiera ser un acuerdo con otra cosa, una emancipación, no lo se.

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