Saturday, October 21, 2017

marejadas azules de tristeza. Pueblos lejanos que se abisman de si mismos como grandes huellas dejadas, como un viejo manzano desnudo, la tristeza, la vieja ceniza del adiós, de la pena que madruga, de los cielos atormentados, de las cabezas canas. A todo eso le quiero cantar, a los hombres que sufren por ser invisibles, por no tener palabra, porque son como un nido vacio o una madriguera; porque son como un animal herido, como un pájaro, como una lechiguana. Vengo a rasgar el cielo con mis manos, dibujando rayos, enormes llanuras, galopes, ventanales y fuegos que no se cansan de fueguear, fuegos que se derraman como un grito, fuegos que estallan como la sangre, tronadores fuegos de la melancolía, de la sed, de los sueños de la gran esperanza, de las grandes luchas por levantarse, por ni siquiera poder derramarse sobre los portales del silencio, sobre los recuerdos de otros amaneceres, de otras playas y cosechas de grandes vientos patagónicos y tu mirada y tu andar siempre acompañándome por donde vaya desde los grandes horizontes también tu sonrisa de árbol caído, tu sonrisa de abanico, como una mano, como un anillo.

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